San Francisco, Zulia — 29 de septiembre de 2025 — Más de dos semanas después de la potente explosión que sacudió una fábrica de fuegos artificiales en la zona industrial sur del municipio San Francisco, en el estado Zulia, los vecinos afectados denuncian que han sido dejados a su suerte por autoridades locales y nacionales.
El estallido, registrado el pasado 12 de septiembre en el almacén de la empresa Gallo Verde, dejó al menos 23 heridos y provocó daños estructurales en más de 30 viviendas precarias cercanas. Las comunidades afectadas aseguran que, pese al tiempo transcurrido, siguen sin recibir asistencia adecuada para reconstruir sus hogares o atender sus necesidades más urgentes.
“Se nos cayó el techo, las paredes están fisuradas y nadie ha venido a ayudarnos. Estamos durmiendo con lo poco que quedó”, declaró una vecina del barrio 28 de Diciembre, identificada como Yamelis Villarreal, quien relató que escuchó el estruendo mientras barría su patio y sintió cómo el suelo y las estructuras de su vivienda vibraban.
“Atendía un cliente en mi gimnasio, y de pronto sentí como si hubiera caído una bomba. Ahora tengo que cerrar porque el local está dañado y no tengo apoyo estatal”, denunció Julio Colmenares, residente de la urbanización José León Mijares.
Pese a la magnitud de la tragedia, las acciones gubernamentales han sido limitadas. La suspensión del servicio de gas en la zona fue anunciada por el gobernador del Zulia, Luis Caldera, como medida preventiva, pero hasta el momento no se ha difundido un plan de reconstrucción claro ni un programa de apoyo integral para los damnificados.
Organismos de derechos humanos y sectores de la sociedad civil han advertido sobre la demora en la respuesta estatal. Vecinos organizados han compartido imágenes de casas destruidas, techos colapsados y calles cubiertas de escombros.
Según testimonios, la explosión no solo destruyó estructuras: la onda expansiva rompió ventanas, derribó ranchos de lámina y dejó a decenas de familias sin techo ni resguardo. Una frase repetida entre los afectados lo resume: “No somos un dato, somos personas que lo perdimos todo”.
El abandono de los damnificados se ha convertido en un símbolo del deterioro institucional y de la desatención del Estado hacia los sectores más vulnerables. Mientras las familias esperan soluciones concretas, la tragedia en San Francisco sigue siendo una herida abierta en el Zulia.