Olvidar en el día a día puede resultar molesto o, a medida que envejecemos, un poco aterrador. Pero es una parte normal de la memoria, que nos permite seguir adelante o dejar espacio para nueva información.
De hecho, nuestros recuerdos no son tan fiables como creemos. Pero, ¿qué nivel de olvido es normal? ¿Es normal confundir los nombres de países, como hizo hace poco el presidente de Estados Unidos, Joe Biden? Veamos las pruebas.
Cuando recordamos algo, nuestro cerebro necesita aprenderlo (codificarlo), mantenerlo a salvo (almacenarlo) y recuperarlo cuando lo necesita. El olvido puede producirse en cualquier momento de este proceso.
Cuando la información sensorial llega por primera vez al cerebro, no podemos procesarla toda. En lugar de eso, utilizamos nuestra atención para filtrar la información de modo que podamos identificar y procesar lo que es importante. Por eso, cuando codificamos nuestras experiencias, lo hacemos sobre todo con aquello a lo que prestamos atención.
Si alguien se presenta en una cena mientras estamos enfocados en otra cosa, nunca codificamos su nombre. Es un fallo de la memoria (olvido), pero es normal y muy común.
La importancia del ensayo
Los hábitos y la estructura, como poner siempre las llaves en el mismo sitio para no tener que codificar su ubicación, pueden ayudarnos a evitar este problema.
El ensayo también es importante para la memoria. Si no lo utilizamos, lo perdemos. Los recuerdos que más duran son los que hemos ensayado y repetido muchas veces (aunque a menudo adaptamos el recuerdo con cada repetición, y es probable que recordemos el último ensayo más que el suceso en sí).
En la década de 1880, el psicólogo alemán Hermann Ebbinghaus enseñó a la gente sílabas sin sentido que nunca habían oído antes y observó cuánto recordaban con el tiempo. Demostró que, sin ensayo, la mayor parte de nuestra memoria se desvanece en uno o dos días.
Sin embargo, si la gente ensayaba las sílabas repitiéndolas a intervalos regulares, aumentaba de forma drástica el número de sílabas que se podían recordar durante más de un día.
Esta necesidad de ensayar puede ser otra causa de olvido cotidiano. Cuando vamos al supermercado, codificamos dónde aparcamos el auto, pero al entrar en la tienda estamos ocupados ensayando otras cosas que tenemos que recordar (la lista de la compra). Como resultado, podemos olvidar la ubicación del carro.
Esto nos muestra otra característica del olvido. Podemos olvidar información concreta, pero recordar lo esencial.
Cuando salimos de la tienda y nos damos cuenta de que no recordamos dónde hemos aparcado el coche, probablemente recordemos si estaba a la izquierda o a la derecha de la puerta de la tienda, en el extremo del aparcamiento o en el centro.
Así, en lugar de tener que recorrer todo el aparcamiento para encontrarlo, podemos buscar en una zona delimitada.
El impacto del envejecimiento
A medida que la gente envejece, se preocupa más por su memoria. Es cierto que nuestro olvido se acentúa, pero eso no siempre significa que haya un problema.
Cuanto más vivimos, tenemos más experiencias y más que recordar. No solo eso, sino que las vivencias tienen mucho en común, lo que significa que puede llegar a ser difícil separar estos acontecimientos en nuestra memoria.
Si solo ha ido una vez a unas vacaciones en una playa de España, las recordará con gran nitidez. Sin embargo, si ha estado muchas veces de vacaciones en España, en ciudades diferentes y en momentos distintos, acordarnos si algo ocurrió en las primeras vacaciones en Barcelona o en las segundas, o si su hermano le acompañó a Mallorca o a Ibiza, es más difícil.
El solapamiento entre recuerdos, o interferencia, dificulta la recuperación de la información. Imagina que archivas documentos en computadora. Al iniciar el proceso, tienes un sistema de archivo claro en el que puedes poner cada documento para saber dónde encontrarlo.
Pero a medida que llegan más y más documentos, resulta difícil decidir a qué carpeta pertenecen. También es posible que empieces a poner muchos documentos en una carpeta porque todos están relacionados con ese tema.
Esto significa que, con el tiempo, resulta difícil encontrar el documento adecuado cuando se necesita, bien porque no se sabe dónde está o porque sabes dónde debería estar, pero hay muchas otras cosas entre las que buscar.
No olvidar algo puede ser perturbador. El trastorno de estrés postraumático es un ejemplo de situación en la que las personas no pueden olvidar. El recuerdo es persistente, no se desvanece y a menudo interrumpe la vida cotidiana.
Puede haber experiencias similares con recuerdos persistentes en el duelo o la depresión, condiciones que pueden hacer más difícil olvidar la información negativa. Aquí, el olvido sería útil.
El olvido no siempre afecta a la toma de decisiones
Olvidar cosas es habitual, y a medida que envejecemos es más frecuente. Pero olvidar nombres o fechas, como le ha ocurrido a Biden, no tiene por qué afectar la toma de decisiones. Las personas mayores pueden tener conocimientos profundos y una buena intuición, lo que puede ayudar a contrarrestar esos lapsus de memoria.
Por supuesto, a veces los olvidos pueden ser señal de un problema mayor y surge la necesidad de hablar con el médico. Hacerse las mismas preguntas una y otra vez es señal de que el olvido es algo más que un problema de distracción.
Del mismo modo, olvidarse de cómo moverse por zonas muy familiares es otra señal de que tienes dificultades para utilizar las señales del entorno que te recuerdan cómo moverte. Olvidar el nombre de alguien en la cena es normal, pero no lo es olvidar cómo usar el tenedor y el cuchillo.
En última instancia, el olvido no es algo que haya que temer, ni en nosotros mismos ni en los demás. Suele ser extremo cuando es señal de que las cosas van mal.
* Alexander Easton es profesor de Psicología en la Universidad de Durham, Reino Unido.
Este artículo fue publicado en The Conversation y reproducido aquí bajo la licencia Creative Commons. Haz clic aquí para leer la versión original y ver los vínculos a los estudios citados.